sábado, 31 de diciembre de 2011

De estelas, cometas y meteoros I


Foreword

Ps éste es un borrador medio gacho de hace tantos ayeres que ya no recuerdo, disque corregido un poquitín.


De estelas, cometas y meteoros I


Me levanté y sin despedirme salí corriendo de aquel cuarto. Alerta roja general. Nunca sonó por tanto tiempo. Más de cien zancadas me llevan hasta el cuartito de 3X3 que hace de Cuartel General, pero alguien de guardia me detiene en la puerta. “Sólo oficiales de alto mando” dijo. Con la mirada en el hueco de la puerta antes de cerrarse, temo que el monstruo por fin haya llegado a casa de la peor forma posible.

— Perdón, Adrián. Prometo contarte — dijo ella a través del umbral, que terminó cerrándose para no dejar escuchar nada más.

Quedarse ahí hubiera sido inútil. Aún debía volver por mis cosas y todo lo necesario a mi cuarto. El monstruo ha llegado a casa. Estoy seguro.

Dos minutos han pasado y, aunque ahora en intervalos, la alarma sigue sonando. Las bocinas del bunker siguen repartiendo órdenes, mientras yo espero la que ha de decidir las horas que me quedan. En medio de aquel caos en los pasillos, trato de descifrar aquella voz hueca de la que dependían nuestras vidas. Y por fin escucho.

— Primera y Segunda División Escorpión A Insurgentes Norte. Tercera y Cuarta División Escorpión a Eje Central sección Norte.

La orden se repite dos veces más. Mientras tanto, yo casi llego a una de las salidas del bunker. Un viejo y parcialmente oxidado Jeep Wrangler me espera. Alguien se ha molestado en pintar el logotipo de las Divisiones Escorpión sobre las puertas y los costados del vehículo, aunque la pintura en realidad comenzaba ya a caerse. Un número 3 en blanco y encerrado en un círculo del mismo color también figuraba en los costados delanteros y las puertas. No tenía techo, más que un parabrisas abatible para el piloto y acompañante. En la parte de atrás había espacio para los tres que yacían abordo, para mí y otros dos que faltaban. Uno de los que están arriba me extiende el brazo. Me sujeto de él y, con mi pie derecho sobre la defensa del Jeep, logro incorporarme hasta el lugar que me correspondía.

— Gracias.

No sé quién es, ni cómo se llama. Sin embargo, recuerdo su cara en el  “Curso Intensivo de Introducción para las Divisiones Escorpión” (o cómo derribar un avión sin desperdiciar medio millón de pesos). Consideré apropiado presentarme. Allí, en medio del miedo y el caos, y prácticamente a punto de enfrentar a la muerte.

— Adrián —dije y le estreché mi mano.

— Alfredo —respondió con un apretón de manos.

A las cuatro Divisiones Escorpión nos habían entrenado de la misma manera. El simple número era una manera aleatoria de dividir a los reclutas en grupos que fuesen móviles, coordinables y eficientes. En realidad no había conocido a nadie hasta ahora y no esperaba familiarizarme con nadie más. No quería desconcentrarme ni preocuparme por un conocido más que perder. Ya había sido yo suficientemente estúpido por encontrarme en esta situación tan...

Al fin llegaron los dos que faltaban, con algo de “armamento adicional”. Unos mediocres lanzagranadas para “blancos seguros”: aquellos a los que pudiésemos darles hasta con los ojos cerrados. Ayudamos a ambos a subir, y enseguida el Wrangler comenzó a moverse hasta quedar (mas o menos) junto a los otros dos que conformaban la, valiente y hasta ahora no combatiente, tercera división Escorpión. La tripulación del tercer Jeep se limitaba a cuatro personas, con dos a cargo de la ametralladora trasera.

No sé de dónde habrán sacado a estos tipos; si eran ex militares, guerrillas, nacotraficantes o civiles Don Nadie como yo. La única interrogante que importaba contestar era si haríamos un mejor trabajo que nuestro cobardemente ausente ejército. Y así, con tres cargas en nuestro Stinger abordo y algunos RPGs, esperábamos enfrentar al enjambre que se avecina.


22-05-2009

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