sábado, 24 de noviembre de 2012

Autoconcepto


Foreword

Bueno, pues como he tenido abandonado esto, y con la inestabilidad mental, emocional y etc. que se me ha venido encima en los últimos meses no he podido concretar ninguna entrada. Así que les dejo esto que me dejaron de tarea en una materia que no me gusta, pero es lo último que he escrito oficialmente.



Autoconcepto

El engaño es la base del arte de la guerra. Iniciando con esa premisa, uno no podría confiar en todo lo que aquí se plasma. Ni siquiera en la aparente sinceridad de este párrafo.

Alejandro sabe que no es alguien normal, y que no llegará a serlo. Esa parte de él, forjada a través de escasos veintidós años y que se ha convertido en su personalidad, ahora se lo agradece.

Aprendió algunas cosas en esos veintidós años.

Aprendió a no esperar nada de la vida. Que la vida no es justa. Aprendió a abandonar toda esperanza (o eso cree creer). Que todo cuesta. Que, a pesar del esfuerzo con el que se pague, no hay garantía en nada. Que no hay certeza y sólo oportunidad. Que a veces la oportunidad es sólo una ilusión, y que, como un cristal impecablemente limpio, la única forma de advertir su existencia es topándose con él de frente.

Y, como de la vida, aprendió a no esperar nada de los demás. Que nada es lo que parece. Aprendió a no confiar salvo en unos cuantos, que podría contar con los dedos de una mano. Aprendió también a no traicionarlos; a hacer sin esperar nada a cambio. Porque traicionarlos a ellos es traicionarse a sí mismo. Odia hacer promesas en vano. Procura siempre cumplirlas. Aunque a veces esas promesas parezcan, de algún modo u otro, irreales.

Le resulta curioso cómo esa creencia inculcada en la niñez, de verse bien ante los demás y para los demás, de hacer algo para los demás, de relacionarse con los demás, de compararse con los demás para valorarse a sí mismo después; la haya inicialmente rechazado para de algún modo adaptarla después a su propia versión. Con los demás como él mismo, y él mismo como él mismo.

Siente la necesidad de no justificar sus actos ante nadie más que él. Siente la necesidad de expresar que tiene la razón cuando realmente la tiene. Sabe admitir su ignorancia, así como cuando se equivoca. Sabe que esa admisión le cuesta demasiado, pero al final lo logra, o, de nuevo, eso le gusta creer. Le resulta divertida la ironía envuelta en el presente trabajo. En como escribe para los demás y no para él mismo. En cómo justifica ante los demás la necesidad de no justificarse ante los demás. Porque aquí plasma algo que él ya sabe; de lo que está seguro a pesar de su inconsistente y paradójica naturaleza. Puede parecer arrogante, y casi siempre ególatra. Eso cree quien no lo conoce. Y seguramente quien no llegará a conocerlo mejor. Quien lo conoce sabe por qué es arrogante, por qué se pone esa máscara todos los días. Suele alimentarse frecuentemente de frustración e ira. Ha aprendido a canalizarlas en su mayoría, y a soltarlas poco a poco, por miedo a un aneurisma cerebral. Pero generalmente no se fija en quién ni por qué.

Sabe que no tiene tacto. Porque poco le importan los demás. Aunque en el fondo sea empático, no garantiza un buen trato. Usa la sinceridad como pretexto. Tratando de unificar en sí mismo esa doble moral con la que todos cargan. Y es sincero respecto a esta sinceridad. Parte por lo que las mentiras y omisiones le han hecho vivir. Parte porque todavía cree en aquello tan vago y fantástico que llama honor. Parte por su naturaleza pragmática, todo sin comprometer sus principios y creencias, derivando en algo tan inútil como un código de caballería del siglo XII.

Aprendió a no rendirse. Que su tiempo vale. Que su esfuerzo vale. No para los demás, sino para él mismo. Aprendió a hacer uso útil de su tiempo, o al menos a creer que lo que hace le es o será útil en algún punto de su existencia. Sabe que cada día vivido se va y jamás vuelve. Sabe que hay pocos días en el año que puede considerar como algo más allá de lo ordinario. Lucha todos los días por volver ese subconjunto más grande. Le duele el tiempo perdido. Le duele no hacer algo de lo que pueda sentirse orgulloso después. Odia que le quiten el tiempo con tareas irrelevantes. Cumple con las obligaciones que él considera banales sólo cuando tiene que hacerlo. Viene, hace su asunto y se va. Casi como Quetzalcoatl. Le gusta ponerse retos, casi siempre imposibles. Porque la historia de sus contados éxitos está escrita sobre las ruinas de sus demás intentos. De sus fracasos.

Sin embargo, disfruta de la vida, especialmente de las cosas que otros pasan desapercibidas o incluso ni siquiera saben que existen. Disfruta de lo simple, de lo subestimado, de lo sublime. Sabe sacar lo bueno de la porquería. Porque eso bueno es mejor que nada, especialmente si es inesperado. Le gusta la consistencia. Le cuesta adaptarse al cambio si éste viene del exterior, pero no soporta no cambiar cuando sabe que tiene que hacerlo, y sobretodo, que hay mejora en ello.

Es valiente, abnegado, altruista. Es un héroe. O eso le gusta creer a su alter ego. Estos son en realidad remanentes de su yo anterior, ahora extinto. Le duele admitir que es una perra egocéntrica. Le gusta creer que puede llegar a cambiar el mundo de algún modo. Que quiere dejar huella. Un legado. Algo menos etéreo que su prisión de carne y hueso. En el fondo disfruta la atención. Pero no para ser admirado como alguien ejemplar, sino simplemente por demostrar que es capaz. Que puede hacerlo. Disfruta que a los que les importa crean que no le importa. Talvez no le importa si no lo hacen, pero simplemente disfruta si lo hacen. Como una venganza por los traumas de la infancia.

Él escribe esto en tercera persona por aquello de la perspectiva. Porque es más fácil salir y ver a esa otra persona. A ese otro yo. Imaginarse por un momento que no está atrapado con él hasta el fin de sus días. Poder juzgarlo a diestra y siniestra. En el fondo le encanta la perspectiva. Y le gusta la atención de quien se supone tiene control sobre su existencia, aunque esta relación tenga un carácter bidireccional.

domingo, 5 de agosto de 2012

Ready to Strike I: Corvo


"Una casa en la villa
. Consigue una casa en la villa", le había dicho él. Pero no.

Llegar pedaleando desde allá no habría representado tanto esfuerzo, de no ser porque había remolcado gran parte de sus pertenencias en una carretilla que había soldado, exprofesamente, a su bici. Y no era que cuatro kilómetros fueran demasiado. Eran nada. Hasta el camino estaba de bajada. El problema eran las curvas, la oscuridad de la noche, la terracería disimulada y los malditos frenos, convenientemente reemplazados por la suela de sus botas cuando era necesario.

Sabía el camino de memoria. Lo recorría al menos una vez por día, ida y vuelta. Había entrenado para eso. Sacaba la bici casi diario. Parte para entrenar; parte para no volverse loco. La casa era ya suficientemente pequeña. La villa era ya lo suficientemente monótona. La isla estaba ya suficientemente aislada de todo. Además de su otro entrenamiento, la bici era su segunda fuente, que le proporcionaba la dosis diaria de adrenalina para no olvidar que estaba vivo.

La carga no representaba un problema en absoluto. Lejos de pensar en el peso, de alguna manera le reconfortaba que toda su vida cupiera en esa carretilla, o al menos casi toda. Lo feo empezaba cuando recordaba que casi toda esa carga estaba conformada por plomo, bronce, Kevlar, nitrocelulosa y otras entidades químicas cuyo contexto común deseaba no evocar tal cual, al menos en lo que le quedaba de tiempo en la isla.

Después de la cuarta curva mortal (mortal debido a sus inexistenteseficientes frenos), la terracería improvisada pronto se convirtió en empedrado. Y al cruzar la villa, aquel empedrado variado se tornó en vestigios de asfalto. Ya pasaban de las diez de la noche, por lo que no tuvo que preocuparse mucho por arroyar a algún cristiano. De cualquier modo, el amarillo de los varios faroles esparcidos por las contadas cuadras que conformaban la villa habría de advertirle sobre cualquier inocente que se apareciese en su camino.

Pudo haber seguido por Avenida Nova casi todo el trayecto y haber atravesado el pueblito sin más ni más; pero la verdad era que le gustaba pasar por aquellas callejuelas, entre las casas. Era la última vez que se pasearía por ahí en un rato. Rato cuya verdadera duración todavía ignoraba. Aún tenía tiempo, así que aprovechó para pasearse por cada calle, a veces más de una ocasión, a pesar de las miradas de los pocos curiosos que quedaban en la acera o miraban desde sus ventanas aquella singular figura: no todos los días algún fulano hacía ruido en medio de la noche, arrastrando un montón de bultos y cajas en una carretilla remolcada por una bicicleta, aparentemente sin frenos. Al menos no envuelto en cuarenta kilos de equipo militar táctico (casco incluido y necesario en caso de accidentes).

Por calles con nombres tan simples como Rua das Pedras, Rua da Matriz, Rua da Fonte y Rua do Rego, hasta algunas con resemblanza honorable como Rua Juaquim Pedro Coelho o Rua Ex-Combatentes do Ultramar, y pasando incluso por una graciosa como Rua do Jogo da Bola; finalmente se encontró en el conocido camino Largo das Forças Armadas, que se convertía después en la última de las calles que habría de recorrer en toda la isla: Caminho dos Moinhos; con sus dos (evidentes y) distintivos molinos, ondeando tranquilamente lo que quedaba de sus aspas, ante aquella versión nocturna de una brisa marina que soplaba desde el sur.

Entró al estacionamiento del lugar y aparcó la bici ocupando un cajón completo. Bajó aquel fierrito que sirve para que la bici pueda mantenerse erguida por sí misma sobre el suelo*. Le costó subir la pierna para bajarse, gracias a sus cuarenta kilos de equipo encima. Debía apurarse si quería tomar por lo menos una taza de café. Sin embargo, no pudo evitar detenerse a contemplar esa fachada, sin saber si volvería a verla de nuevo.

Blanca, tejas naranjas, delineada por un empedrado rústico, la antena de televisión satelital y el caldero de siempre humildemente pintado, fungiendo como logo y complementando el nombre del lugar: Restaurante O Caldeirão.

Subió los siete escalones que le separaban de la entrada. La leve humedad acumulada, gracias a la brisa marina, hacía que sus botas produjeran un sonido bastante particular. Uno que no podría escuchar en ningún otro lado. El sonido de su séptimo paso habría de verse interrumpido por una voz dentro del restaurante.

— ¡No, no, no, María! ¡Andamos levantando todo y ya vamos a cerrar! ¡Dile que ya no hay servicio! —gritó la encargada al verle por la ventana que daba hacia el estacionamiento.

No se molestó por no haber terminado de escuchar aquel soneto que habían compuesto sus pasos. Los gritos de la encargada, María, hacia su homónima eran de las cosas que seguramente extrañaría en un par de semanas.

María, a la que le habían gritado, salió a recibir a aquel que había provocado los gritos en primer lugar, deteniéndose todavía dentro del restaurante al verlo afuera, a través de los ventanales de canceles blancos y con una gran sorpresa dibujada en el rostro.

Quiso articular palabra alguna, pero la figura que tenía delante se lo impedía de algún modo. Él se detuvo al notarla, apenas a dos pasos de las escaleras.


Y sus miradas se unieron


Y ambos se contemplaron a través de aquellos ventanales blancos.

Mientras sus ojos hablaban de besos.

En el pretérito de algún futuro posible.

Prometían besos. Pedían besos.

Deseaban besos. Suspiraban besos.


Una confesión en silencio.

Una alegría contenida.

Una sorpresa repentina.

Rematada por una sonrisa tímida y sincera.

Obligándolos a bajar la mirada por unos instantes.


Y mientras el tiempo se detenía entre ambas miradas, entre ambos corazones, la brisa marina desde el sur seguía soplando, haciendo más que mecer sus cuarenta kilos de equipo y dando una sensación de flujo temporal sobre aquella quietud, trayendo consigo algo más que el sonido de la noche.


Fun Facts & Easter Eggs

  • * Para los ignorantes como yo, ese fierrito se llama caballete o también "pata de cabra".
  • Me emocioné tanto que estuve a punto de llamar al restaurante para preguntar por horarios. Lástima que está en otro país u_u
  • A ver si les da la gana adivinar en qué parte del mundo está esto (está bien fácil :) )




Spoiler Alert 

Su tercera y más deliciosa fuente la encontró allí.

Ella era especial...



viernes, 8 de junio de 2012

El fin del principio


Despierto. Mi mano toca algo metálico. Es el barandal de la camilla. La necesidad de aire inunda mis pulmones. Me quito el tubo que yace en mi garganta. Me ahoga. Lo logro, pero al hacerlo siento un inmenso dolor en mis brazos. La sensación de estar inválido me atormenta. Trato de erguirme para comprobarlo. Lo logro. Siento al fin mis piernas y el dolor se incrementa. Emito un gemido. No quiero gritar. No quiero que nadie venga en mi auxilio. Puedo hacerlo por mí mismo. Confiar en alguien a estas alturas puede ser mortal.



Primer intermedio



30 minutos antes. A unos kilómetros de ahí.



El teléfono sonó estrepitosamente en casa de Alejandro, pero nadie atendió. La contestadora captó algunas palabras:

— No puedo hablar ahora, no contestes a este mensaje. Prepárate el carro, lo necesitaremos. ¡Madlita sea!, espero que no tardes.

No lejos de ahí, Alejandro caminaba de regreso a casa. Sonó su móvil. Un mensaje de un remitente que no pudo identificar. La sola sencillez del enunciado lo estremeció: VUELVE A CASA.

No fue necesario tratar de escudriñar el número. La voz que emitió la contestadora bastó y sobró. Un nombre asaltó su mente: Águila.



Fin del primer intermedio



Abro los ojos. Todo escapa a mi percepción. Después de un rato detectan la luz que emite, supongo, la lámpara de arriba. Me lastima. Trato de taparla con mis manos, pero apenas puedo moverlas. Será que nos las había movido en algún tiempo. Abro y cierro mis puños una y otra vez. Es como si volviera a sentirlos. Lentamente, mis nervios reviven. El cosquilleo es doloroso.

No creo pasar desapercibido por siempre. Erguido en la cama, me quito el suero de los brazos. Los escasos tubos y las ventosas de monitoreo. Adiós. La maquina encargada de registrar mis signos vitales indica que estoy muerto. No lo estoy. No todavía.



Segundo Intermedio



— Somos tres grupos, señores. Yo y veinticuatro de ustedes. No creo que represente mayor problema un convaleciente en cama.

— Entonces ¿por qué somos tantos?

— Escuché que el tal Águila arrasó con doce grupos enteros de… — agregó otro de ellos.

— Sí, el legendario Águila acabó con noventa y seis hombres, aunque no lo hizo él solo —y al decir esto, Vladimir tronó, sin darse cuenta, los dedos de su mano al apretar con tal fuerza el puño, producto de la ira.

— Ellos también fueron los asesinos de Galo —agregó— Y ahora es nuestra oportunidad para demostrarles de qué lado... ¡¡Vamos por esos cabrones!!

El discurso fue asqueroso, pero el grupo igual le respondió con una ovación. Vladimir era popular entre las bandas del crimen organizado. O al menos, más le valía a los demás fingir que así era.

Nacido en Rusia, las groserías mexicanas no eran precisamente su fuerte. Fingir que era el mejor con los mejores records de misiones y bajas era un poco difícil, con Águila aún con vida. Sin embargo, su prodigiosa conciencia de las consecuencias (muy rara en miembros de bajo rango del crimen organizado,) lo había llevado a la cima tras la retirada fortuita de Juan Carlos. Realmente Galo y su muerte le importaban un carajo. Podría decirse que al final eran sólo órdenes. Pero en esta misión poco importaba la paga. Esto era personal. El último paso para estar completo.

Y Vladimir sabía que Águila estaría allí. Probablemente porque los estaría espiando en ese preciso instante. En alguna azotea, en alguna esquina. ¿Para qué mencionarlo? ¿Para qué pensar en ello? Sus caminos se encontrarían al fin, y era todo lo que importaba. Vlad más veinticuatro. Sería un alivio ver, otra vez, al legendario Águila caer.



Fin del segundo intermedio



Me siento hacia la izquierda de la camilla. El barandal me lastima las piernas, pero agradezco sentirlas y poder moverlas. Poco a poco, intento incorporarme. Trato de sujetarme a una mesita yuxtapuesta a la camilla.


Es inútil.

Caigo de rodillas.

Un leve grito de dolor.

La mesita se viene abajo.

Tengo el abdomen envuelto en vendas.

Vendas teñidas de rojo sangre.

Hay vendas también en mi brazo izquierdo.

Me sujeto de la camilla.

Esfuerzo olímpico.

Por fin estoy de pie, sosteniéndome de la pared.

Siguiente meta: la puerta.



<<¿A DÓNDE VAS, GUILLERMO?>>



Mi sentido común trata de volver.



<<¿CÓMO LLEGUÉ AQUÍ?>>


<<¡ELLA!>>


<<¡¿DÓNDE ESTÁ?! ¿ESTÁ BIEN? ¿LO LOGRAMOS?>>



No tengo respuestas. Un sentimiento surgido de la nada me impulsa a ir a la puerta. Trato de correr. Estoy mareado. Las escasas fuerzas se me van. El mundo esta fuera de sí dentro de mí. Estoy alucinando. Un agujero negro en mi mente: el pasado. Hacía falta una pieza. Una de la forma del espectro de una bala. Tenía que recordar.



<<¿DÓNDE ESTOY?>>



Tercer Intermedio



— Somos tres grupos, señores…

Águila espiaba la bodega a través de una ventana, que, para su conveniencia, daba hacia afuera al tejado laminado de un cobertizo. Escuchaba atento la conversación y abrió más de lo normal los ojos a través del pasamontañas al llegar Vladimir a su última frase.

Los hombres salieron de la bodega. Águila saltó del tejado hacia el suelo. Hincado, envuelto en negro, observó al ruso dar las últimas instrucciones.

— Nos reuniremos con los otros dos comandos afuera del hospital, Aunque he dado la orden de que entren en cuanto lleguen al lugar, así que talvez sólo lleguemos a ver el trabajo terminado — soltó una ligera risa fingida.

Juan Carlos sacó su Falcon y la cargó, mientras veía a las camionetas de Vladimir alejarse. Se incorporó y se puso el casco. Su M-16 siempre a la espalda. Saltó hacia su Bimota Mantra; la arrancó y emprendió el camino por detrás de la zona de bodegas, pensando en todo lo que había escuchado. Algo era claro: tenía que llegar allá antes que ellos. Tenía que proteger a Guillermo a toda costa; y, para eso, tendría que enfrentarse a Vladimir, una vez más.



Fin del tercer intermedio



Caigo sobre un buró y tiro algunos frascos. Mi cabeza da vueltas. Escucho dentro de mí. Todo se distorsiona a mi alrededor. Recorro mi vida en unos instantes, como si estuviera a punto de morir:


— ¡El Vengador Negro tiene sus propios asuntos!

— ¡Hora de ser héroe!

— Es una Colt .45

— ¡Somos la Armada de Perú!

— ¿Crees que eso haya sido ilegal?

— Se está metiendo con fuerzas más grandes que usted, señor Guillermo


Me levanto del buró. Grito. El dolor es insoportable. Voy a la mitad del camino. Puedo ver la puerta del baño. Mi cabeza está en otro lado. Vuelvo a vivir aquellos momentos.


— ¡¡¿Venderla al mercado negro?!!

— ¡Vicente está muerto! ¡Tú y tus malditos aires de grandeza lo asesinaron!

— ¡Aquí el Huey mexicano! ¡Solicitamos aterrizaje de abastecimiento, cambio!

— Será mejor que se haga a un lado, antes de que sea demasiado tarde

— ¡Cállate, Guillermo! ¡Si te seguí fue porque no tenía nada que perder!

— ¡Esta arma es tu vida! ¡Cuídala como tal!



El baño por fin. No sé cómo llegué. Abro la llave y lleno el lavabo. Hundo mi cabeza. Una imagen se revela en mi mente: ELLA.

Puedo verla claramente. Es hermosa. Por ella estoy aquí. Ella y mi orgullo. La odio por hacerme sentir de esta manera. Por ella estoy así. Defenderla. Creí haber dado mi vida por la causa; pero al final, había dado mi vida por ella.



<<<¡¡eReS uN áNGeL, mEm0!!>>>



No quiero más. Saco mi cabeza. Preso de la ira, salgo del baño corriendo o, al menos, intentándolo. Quiero salir de aquí. Las voces siguen en mi interior.



— ¡Memo! ¡¿Me oyes?!

— En la bodega 66 de Unilever a las dosmil en punto

— ¡S.O.S.! ¡Repito, S.O.S. Ámbar! ¡¿Me recibe?!

— ¿Será esto una pista para encontrar El Dorado?

— ¡El Vengador trabaja solo!

— Ride like the wind, fight proud my son! You’re the defender God has sent!



La puerta se abre. Una silueta se dibuja por entre la luz de las lámparas. No logro distinguir nada. El cañón de una pistola me apunta directo a la cabeza. El tiempo se detiene.

02-01-2007

About, Fun Facts

Me emocioné con los intermedios. Aquí estuvo Max Payne.



viernes, 1 de junio de 2012

El principio del fin



Hay veces en las que los sueños se vuelven importantes en la vida, le dan sentido, y se es capaz de hacer hasta lo imposible por alcanzarlos, por defenderlos



— ¡¡Está en shock!! ¡¡Múltiples heridas de bala y trauma craneoencefálico!!



E incluso se da la vida por ellos



— ¡¡Llévenlo a T.I.!!



Se da la vida sin pensar



— ¡Administren una intravenosa de epinefrina!



Se da la vida abnegadamente



— ¡Sus pupilas están ausentes! —una maquina próxima emitió un pitido continuo.



— ¡¡Lo estamos perdiendo!!


— ¡¡¡Mierda!!! ¡¡Prepare el desfibrilador a 200!! ¡¡¡Pronto!!!



Se da la vida cuando se está listo para morir



— ¡¡200!! ¡¡Despejen!!



O al menos cuando eso se cree



— ¡No reacciona, doctor!



El destino es azaroso y hay ocasiones para morir



— ¡¡Aumentar a 300!! ¡¡Despejen!!



Cada decisión, cada movimiento, marca el camino que hemos de seguir



— ¡¡Es inútil!!



La ruta nunca irreversible, nunca predecible, a la que todos hemos de llegar, a la que nada escapará



— ¡¡No!! ¡Enfermera, siga intentando, cargue a 450!



El final existe para todo



— ¡Es peligroso, doctor! No creo que…



...tarde o temprano...



— ¡¡Hágalo!!


Un alma envuelta en verde irrumpió al quirófano.


— ¡¡Aquí está!! —y si decir nada más, dejó un fólder en una mesita contigua y salió tan rápido como llegó.


Y de aquel fólder mal puesto sobresalía una hoja, de la que podían leerse tres palabras. Tres palabras más que suficientes:

GUILLERMO HERNÁNDEZ MOLINA


21-10-2006


jueves, 31 de mayo de 2012

Una a una


 Y de pronto esa sensación. T I E M P O .
Parece detenerse…

Y las balas siguen entrando, una a una, destrozando lo que queda del parabrisas trasero, penetrando la carrocería, agujerando los asientos. Una a una.

Los gritos de Diana se oyen distantes, pero más distante aún se oye todo lo demás.

— ¡¡¡Memo!!! —grita ella.

El eco de su voz retumba en la mente de Guillermo, con la mirada perdida en el parabrisas, o donde solía estar. Los cristales, tela y rellenos de asiento vuelan por el interior del auto. Y las balas siguen llegando. Una a una.

El acelerador a todo lo que da, y el VolksWagen parece de plomo.

Ella, a su lado, arrinconada en el asiento y cubriendo su hermoso rostro con las manos; su castaño cabello suspendido en el aire ante la brisa del viento de la noche y quemado por algunas balas. Vuelve a gritar. Su garganta pronuncia su nombre, desesperada en un grito desgarrador: Memo. Sólo eso. Eso y nada más.

Y él allí, sin saber qué hacer. Sin saber si lo lograrían, sin saber si saldrían vivos de allí. Alcanza a ver al BMW amarillo por el retrovisor, antes de que una bala lo redujera a pedazos. Uno a uno llegan los ecos de los truenos bélicos a través del ruido del motor agonizante y el rechinar de llantas. Una a una llegan las balas. El stereo se hace añicos.

Un grito más de Diana.

El Vocho no puede ir más lento y el BMW ya está sobre ellos. Guillermo divisa la meta por fin: los gigantes de Tlatelolco. Las balas entran una a una y Guillermo ve su carrera sobre Guerrero terminada. Sólo alcanza a emitir unas palabras, casi en un susurro.

— Por favor…

Una bala atraviesa su asiento y le da en la espalda. Un gemido de dolor y un volantazo que hace girar al Vocho en una vuelta brusca hacia la derecha, rodando sobre sí mismo al menos seis veces. El crujido de la carrocería se deja escuchar contra el pavimento en contraste con la tranquilidad nocturna perturbada por aquella persecución. Los escombros que alguna vez fueron Sedán se arrastran contra el pavimento produciendo chispas que amenazan con incendiar el vehículo. El BMW se sigue de largo y se prepara para dar la vuelta a unos metros de allí. Todo en un segundo.

Se acabó la adrenalina. El tiempo fluye y es inconvenientemente más rápido de lo que parecía. De cabeza, aun sentado en el VolksWagen, mira inmediatamente a su lado al cobrar conciencia. Diana. Tiene sangre en el rostro pero no deja de ser angelicalmente hermosa. Él la llama.

— ¿Diana?

Pero ella no responde. Inmóvil.

— ¡Diana! — y sus llamadas se convierten en gritos, en súplicas por que aun siga con vida.

¡¡DIANA!! — En aullidos desesperados.

El motor del BMW listo se deja escuchar a lo lejos. Guillermo toma su mano y la acaricia suavemente.

— Diana — pronuncia con lágrimas desbordándose de sus ojos. Desbordándose, una a una, mientras su voz se quiebra en un llanto casi silencioso — Diana…

Ahora toma su mano con ambas. Inmediatamente la voz de aquella criatura retumba dentro de su mente, lentamente.

¡Hora de ser héroe!

Escucha su voz pero sus labios no se mueven. Diana.
 <<¿Por qué no me das alguna señal de vida?>>

Las lágrimas siguen desbordándose de aquellos ojos castaños, una a una. Aquellos ojos cuya única luz había sido aquel ángel, ahora lo contemplaban sin creer su suerte.

El rechinar de un arrancón contra el pavimento y aquel jinete de muerte emprende la carga, haciendo su rugido cada vez más fuerte.

Una última mirada con los ojos en llanto. Toma su mejilla con la mano izquierda, ahí, de cabeza. Un “Te amo” en silencio y un dulce beso en los labios como puede. El último. Ella, inmutable. Sin percatarse de lo que sucedía, talvez ya se ha ido. Las venas de Guillermo se inundan de algo que apenas se describe como ira. Ahora su mano busca la precaria manivela de la puerta, abriéndola.


 13-11-2008

martes, 29 de mayo de 2012

Untitled


Foreword

Pues me puse medio triste y escribí esto. Perdón por mangonear a los personajes como si fueran... Esto no es canon.



¿Crees que serías más feliz si no hubieras sabido nada de nada?

Yo, por mi parte, no tenía otro camino. Tenía que suceder.

A veces se me ocurre pensar que no sería el comandante de la Resistencia, como lo soy ahora; a veces se me ocurre pensar que pude no haberme convertido en guerrero, en mercenario. Y así, voy recorriendo mi vida desde aquí y hacia atrás. Si no me hubiera convertido en asesino, si no hubiera vendido mi talento, si no me hubiera involucrado y dado el paso, si no hubiera entrado al ejército, si no hubiera ni siquiera estudiado sistemas computacionales ¿Qué sería de mí? ¿Quién sería yo? Si no habría de ser quien soy ahora...

Magali

Me hubiera quedado con ella, habría ido a una preparatoria común, ido después a una universidad común. Divirtiéndome en fiestas, haciendo tareas para niños de primaria. Hubiéramos estado juntos, y nos hubiésemos querido mucho. Las tantas fotografías que hubiéramos tenido juntos habrían de plasmar aquella realidad con esa felicidad tan irreal para mí ahora, y desde siempre. Habría de ver nuestros besos y abrazos plasmados en pixeles a través del tiempo, madurando. Eventualmente casarme joven y tener algún bebé para estas alturas.

Y entonces, veo con esos ojos esta invasión, este gran parteaguas en la historia de nuestra ciudad, de nuestras vidas. Yo, tan inocente, con Magali y mi bebé, mi familia. ¿Qué hubiera sido de nosotros en ese entonces? ¿Habría yo de convertirme de repente en quien soy ahora? Yo, ¿Comandante Supremo de la Última Resistencia? ¿Habría de surgir mi talento sin razón alguna y habría de convertirme mágicamente en ese comandante?

No

Yo soy lo que elegí ser; y no me arrepiento. Todo lo que nunca tuve y todo lo que nunca viví. Magali. Sus perfumes, sus abrazos, sus besos y nuestros recuerdos plasmados en fotografías; nada de eso soy yo; pues yo elegí esta vida, y soy prueba viviente de que el destino no existe. Podemos elegir. Y así como yo elegí mi vida tú elegiste la tuya un buen día.

— ¿Yo, Águila? Yo, que nací siendo hija del gran Guillermo Hernández Molina, héroe aún desconocido. Yo, Maya Hernández Fernández. May ¿Tuve alguna vez la oportunidad de elegir?

— La tuviste, aunque fue tan implícito que ni siquiera te diste cuenta. Fue algo tan sencillo e inconsciente como respirar. — y la cara de May se iluminó un poco por la expectativa de lo que Águila estaba a punto de decir. — Tú, ya a los 7 años, después de la muerte de Memo... se te ofreció ir a vivir con tus tíos y primos. Diana, tan destrozada por dentro, apenas sobrevivía y todos dudaban que pudiera hacerse cargo de ti. —hizo una pausa— Y entonces, tú elegiste no irte. Elegiste quedarte con tu mami. —y los ojos de May se llenaron poco a poco de lágrimas— Elegiste luchar con ella, luchar junto a ella, sobrevivir junto a ella. Sabías bien que te esperaba algo mejor con tus tíos, vislumbrabas un futuro feliz, tú lo sabías; pero finalmente elegiste quedarte. Esa fue tu gran decisión. Supiste adivinar que te deparaban ambos caminos y elegiste el tortuoso, que, sin embargo, tu amor habría de ayudarte a recorrerlo. Y mírate ahora; tu mami hace 10 años que se fue, y tú sigues aquí, en pie. —y May comenzó a llorar. Los grandes y cafés ojos de Asure sólo observaban ahí, en una esquina, perplejos. Ella, con un puño en el pecho, se limitaba a decir nada. Águila continuaba— ¿Qué habría sido de ti allá, con tus tíos, al saber la noticia? Esa felicidad conservada por 10 años tirada a la basura, consumida por esa angustia enorme de no saber qué hacer y qué sucederá. Todos los recuerdos acumulados, todos los aromas, las fotos, los momentos, los amores, la rutina de tu vida. Todo se hubiese roto en un instante como un cristal ante la pedrada. Todo, en un momento, se habría ido. Donde el pragmatismo impera ¿de qué te hubiera servido todo eso? Todo lo vivido. Para nada.

Nada

Y luego, sabiéndote hija del gran Guillermo, que luchó hasta la muerte, ¿Qué hubieras sentido? ¿Qué dolor habría provocado tal decepción? Tal cobardía. —y luego aclaró— Aunque no digo que seas cobarde ahora. Todos tenemos miedo y nos preguntamos cosas como ésa... a veces muy a menudo. Pero... ¿Te habrías preguntado entonces qué hubiera sido de ti al elegir a tu madre? ¿Estarías allí, en ese tiempo alterno, en este mismo predicamento en que te encuentras ahora? ¿Habrías encontrado solución a tal dilema?

Nunca lo sabremos. Pero tú has aceptado tu elección decidiendo por ti misma. Decisiones que refuerzan la elección prima. No. No hay destino. Hay libre albedrío, y voluntad; aunque a muchas personas les aterre valerse de ellas o tan sólo saber que existen, y que están allí, siempre. No hay coincidencias. No hay poder divino. Nadie está destinado a nada.  Puede que seamos sólo hojas en el viento; aunque a diferencia de las hojas, nosotros decidimos cuándo dejar de aferrarnos al árbol, y cuándo caer al suelo.


03-12-2010

sábado, 26 de mayo de 2012

Vanessa I



Base de Operaciones Provisional de la Guerrilla del Amazonas, cerca de Canea, Brasil.



— ¿Cómo carajos...? —se preguntaba Águila. Sacó de su bolsa el mapa que había podido copiar del original en la tienda de Vicente.

— Veamos —pensó, mientras lo extendía en el toldo de uno de los dos Jeeps— ¿Dónde estás, Vanessa?

— Bien, si nosotros estamos aquí —puso su dedo en un punto donde se leía "Canea". Entonces tú estarás.... —y se quedó pensando.

— Mmmmm... Si quiero saber que hiciste tú, debo preguntarme qué hubiera hecho yo... Pudiste haber ido al sur... al Aeropuerto de Santarém por agua... y luego ¿irías por aire hasta la costa? No. Muy complicado. Es inevitable viajar por Agua, y tus Humvees no son anfibias. Si es imprescindible moverse en bote... entonces...

Águila trazaba planos mentales a la velocidad del pensamiento. Mientras rastreaba los pasos en la mente de Vanessa, mil rutas se dibujaban en su cabeza, enredándose como una telaraña.

— ¡Monte Alegre! —exclamó y se maldijo por ser tan idiota. La ruta más corta era la carretera hasta Monte Alegre... y luego en bote por el Amazonas hacia la costa. Debía ser.

Tomó sus cosas y subió a la motocicleta y, con el ruido rasposo y fuerte del pequeño motor, emprendió la carrera. Si Vanessa llegaba al caudal del Amazonas, ya no habría modo de seguirla. Mientras tanto, Diana, Guillermo, Jessica y Mario se preparaban para despegar hacia Santarém. Cuatro días y medio de camino a pie le esperaban al grueso de la Guerrilla del Amazonas para alcanzar a un enemigo mermado, que aun así les superaba en armamento y número.

La caza había comenzado al fin. Si los planes de ensueño de Vicente salían como se suponía debieran, las cosas se tornarían fáciles; talvez demasiado fáciles para ser verdad. O eso era lo que rondaba por la cabeza de Águila mientras buscaba la carretera, en una carrera por alguien que alguna vez juró ser suya, y ahora juraba dispararle a matar si le volvía a ver. Un gran dilema. Su vida contra la de todos los guerrillas y todo el Amazonas. Y no era que apreciara mucho su propia existencia, sino que odiaba el pensar en tener que defenderse en nombre de la causa. Sacudiendo la cabeza y tratando de despejar su mente, tomó la carretera a toda velocidad, perdiéndose en el amanecer del horizonte y dejando una columna de polvo tras de sí.


*    *    *


Una parada en el Núcleo Inglés de Souza era lo que Águila necesitaba para reponerse, al tiempo que comía un plato de comida caliente mientras se mantenía alerta. Sólo otro poblado, Monte Alegre, le separaba de la rivera y todavía no había rastro de Vanessa siendo ya las cuatro de la tarde. Comiendo deprisa, la comida le supo a salitre, pasando el bolo y tomando el tenedor con tremendas ansias. Un vaso de agua para pasar la comida, pero casi se ahoga al escupir medio bocado cuando tres HMMWVs armadas doblan aprisa la calle frente al pequeño local.

Levantándose de golpe, dejando un billete en la mesa sacado de la bolsa, y corriendo hacia la vieja moto... todo tan rápido que derriba a tres personas en el trayecto.

— ¡Idiota! —le reclama la gente en portugués, tratando de levantarse. El mesero le chifla creyéndole ladrón. No importa.

Sube a la motocicleta y, todavía comiendo el otro medio bocado conservado, la arranca. Ésta se queja como un pequeño felino y un cúmulo de humo negro sale por el mofle, amenazando con hacerse volar. Las llantas describen un sonido amortiguado contra la terracería. El diminuto motor a todo lo que da, con la moto a punto de caerse en pedazos. Águila pasa la comida al esófago y ya se encuentra oliendo el polvo de las Humvees.

— Señora, tenemos una motocicleta detrás de nosotros.

— ¡Señorita! —lo corrigió ella— ¡Cédame su lugar, soldado!

— ¡Sí mi señor...ita! —respondió aquel, y cedió su puesto de tirador del vehículo.

 Vanessa se colocó sus lentes de gota y subió al mando de la ametralladora. Águila la vio asomarse en la Humvee de en medio y rápidamente apuró la moto para encontrarse a su altura y tener buen contacto visual.

— ¡Juan Carlos, otra vez! —exclamó ella para hacerse audible sobre el ruido de los motores y la atmósfera perturbada por la carrera de los vehículos. El viento entre la flora provocaba un fuerte susurro, además de la terracería contra el caucho de los neumáticos— ¡No creí que fueras tan tonto como para entregarte! —continuó

— ¡Necesito tu ayuda! —gritó Águila, con los ojos entreabiertos para protegerlos del polvo levantado por las HMMWVs— ¡Si te detienes y me das una oportunidad para explicarte...! —pero ella le interrumpió.

— ¡¿Explicarme?! ¡¡Oh, claro!! ¡Siempre he sido admiradora de tus explicaciones! —gritaba al tiempo que alistaba la gran ametralladora montada sobre la Humvee.

— ¡Claro que te mereces una oportunidad de ser escuchado! Es decir, ¡Después de habernos baleado y todo! Pero antes... ¡¡Necesitas tragar un poco de polvo!! —y abrió fuego hacia Águila, o mejor dicho, a su precaria motocicleta.

Las líneas de las balas, que primero impactaban sobre el camino, pronto llevaron su dirección hasta los delgados neumáticos, carcomiéndolos y reduciéndolos a tiras de caucho que se desparramaban sobre el rastro de la moto. Águila no podía seguir y vislumbraba una colisión inminente o la muerte por la metralla. Tiró del manubrio y derrapó lo que quedaba de la motocicleta sobre el camino, al tiempo que la dejaba ir. Él, deslizándose suavemente sobre la terracería, pronto comenzó a dar vueltas caóticas sobre sí mismo, reduciendo su velocidad dramáticamente, quedándose detrás de las Recon. La moto siguió su curso hasta quedar totalmente carcomida por la metralla. Una leve explosión desde el tanque de gasolina terminó con su lastimera existencia.

— ¡¡Alto!! —gritó ella desde el radio colgado sobre uno de sus varios tirantes. El convoy se detuvo en seco, derrapándose ligeramente sobre la terracería.

— ¡¿Por qué no mejor me lo escribes en una carta?! Imbécil —dijo luego para sí misma mientras quitaba las manos de la ametralladora para estirarlas un poco.

Águila se encontraba a unos cincuenta metros de las Recon. Vanessa bajó de su HMMWV, acompañada por un par de sus hombres. Corriendo superan la distancia entre Juan Carlos y sus monturas. El resto de los soldados sale a formar un perímetro a la orilla del camino.

— Di qué es lo que quieres, además de ser arrestado —le amenazó, a punta de Xiuhcoatl.

— ¡¿Qué diablos es eso?! —se intrigó Águila al observar el arma de Vanessa, y en sí, tratando de distraerla.

— Una serpiente... creo. Es lo que me da el Ejército para hacer mi trabajo... No se puede hacer mucho en estos días —dijo, llevándose la mano desarmada a la cintura.

— Me doy cuenta —respondió mientras observaba el cañón de aquella cosa— En fin, como dije, necesito su ayuda, señorita.

— ¿Y qué te hace pensar que te la voy a dar? —replicó ella— ¿Por lo menos tienes algo con qué negociar?

— Así es. Tú tienes algo que yo quiero —dijo señalando a las HMMWVs— y yo tengo algo que tú quieres.

— ¿Y eso es...?

— A mí, por supuesto —respondió seguro— Arrestado —corrigió. Ella volvió a apuntar con ambas manos mientras entrecerraba los ojos y fruncía el ceño.

— Bien podría arrestarte ahora, y en menos de una hora estar rumbo al defectuoso para que seas recibido con la apropiada bienvenida.

— Pero hay cosas que quieres más que a mí arrestado —le espetó Águila— La lista de direcciones, los teléfonos, los números de los contenedores, los lotes en las bodegas... las pruebas que ponen todo junto.

Vanessa volvió a abrir los ojos, ahora un tanto confundida. Sin embargo, no dejaba de apuntar, ni que las palabras de Águila alteraran su perspectiva de todo el asunto.

— Mis órdenes fueron venir hasta aquí a arrestar a un criminal, y es lo que voy a hacer —respondió mientras hacía señales a sus hombres para que levantaran a Águila del suelo.

— ¿Y qué hay de los civíles en peligro?

— No son mi asunto —replicó secamente.

— Pero son mexicanos —decía Águila mientras lo ponían bajo arresto— ¿Vas a dejarlos ahí, a su suerte?

— No se supone que yo sepa que estén allí. Media vuelta —ordenó a Águila para poder colocarle las esposas— Y en todo caso, no sé si lo que dices es cierto.

— Pues sí lo es. Piensa que cuando lleguemos a México, la bienvenida apropiada podría ser para ti y tus hombres —dijo mientras obedecía a punta de Serpiente de Fuego— O podría no serlo... dependiendo de lo que yo diga allá, y resulte ser cierto.

— ¡Cállate! — Vanessa lo hizo volver de la media vuelta con un culatazo en las costillas— ¡A veces te gusta soltar tantas palabras como balas! —y después ordenó a sus hombres— ¡¡Llévenselo!!

Necesitaba tiempo. ¿Valía la pena confiar en la palabra de un mercenario? Y no de cualquiera, sino del mejor que conocía hasta entonces. Por otro lado, podría torcer un poco la naturaleza de su misión con tal de sacar un poco de provecho.

— ¡¡Oye!! ¡Esa M-16 tiene mejor tino que tu viborita! ¡Más vale que no la pierdas! —le gritó al que lo había desarmado.

Y Vanessa se decidió

— ¡Tú, trae su arma de vuelta! ¡Necesitamos pruebas! Es por eso que daremos media vuelta —y luego avanzó hacia donde Juan Carlos, dándole unas palmaditas en la espalda y hablándole al oído— Si todo esto termina mejor que lo nuestro, puede que no te la pases tan mal en el bote —dijo, terminando la oración con una leve sonrisa, que se vio interrumpida por un sonido que cortaba el viento.

Un proyectil venido desde dentro de la selva se estrelló frente al primer Recon, levantándolo poco más de un metro y derribando a los soldados junto a él.

— ¡¡RPG!! —gritó uno de ellos.

— ¡¡¿Por qué no nos dijiste que trajiste a tus amiguitos, Juan Carlos?!! —gritó Vanessa sobre el caos que acababa de formarse— ¡Hombres, avisten!


30-06-2010


Fun Facts

  • No se como griten los soldados mexicanos cuando viene un RPG. Talvez "Granada" o "RPG" no lo sé D:
  • Esto se parece mucho (y es un minihomenaje) a la primera versión de 'Memo el Explorador', allá por 2005.



viernes, 11 de mayo de 2012

Luna


A ti


"
Que eres adicto a la incertidumbre, que no te atreves a tomar tu vida en tus propias manos
Que te gusta ser la víctima, y sufrir, sin saber que te gusta pero no pudiéndo vivir de otro modo
A ti, que esperas que te salve
Un milagro

Esto va para ti

"


Luna


— ¿Te la estás pasando bien, Memo? —preguntó David. Guillermo asintió con la cabeza mientras sostenía su vaso. El escándalo de la música impedía una plena comunicación.

— ¡Espero que seas muy felíz con tu esposa! —le gritó Memo, felicitándolo por haber contraído nupcias aquella misma tarde.

— ¡Lo soy y lo seré! —respondió David, que apenas había entendido lo que Memo había dicho— ¡Diviértete! —dijo cuando su esposa le tomó del hombro para bailar "la canción de los novios".

Pero Memo no le escuchó, pues había robado su atención algo más interesante. Salió de la casa que hacía de salón, localizada en algún lugar montañoso del Estado de México. Afuera se respiraba más tranquilidad, aunque aún retumbaba el escándalo de la música hacia la lejanía de los montes. El paisaje nocturno dibujaba una bella luna llena coronando el horizonte boscoso.

— ¡Oh, Luna! —pensaba— ¡Tu hermosura es tal que podría hacer milagros! ¡Te lo suplico, te lo imploro! ¡Trae a esa hermosa muchacha ante mí! ¡Nunca te he pedido nada, pero, por favor! ¡Te lo ruego! —aunque era un hombre de ciencia, hizo su deseo con absoluta fe. Cerró los ojos.

Los abrió. Nada había pasado. Memo no perdió esperanzas y se disponía a regresar a la fiesta, esperando un milagro. Justo antes de que pudiese moverse, dos mujeres pasaron ante él. Una de ellas notó de inmediato su prescencia, lanzándole miradas mientras caminaba junto a su amiga, a no más de tres metros de Guillermo. Se detuvieron; la segunda sacó un celular y hacía una llamada. Memo había quedado paralizado por lo ocurrido, aún sin creer su suerte. Le dirigió una sonrisa a la Luna, casi imperceptible. Regresó a la Tierra.

<< ¡¡¿Y ahora qué?!!>> Memo se ponía cada vez más nervioso. Sentía que su cuerpo languidecía y sus piernas se hacían de gelatina.

<< ¡Diablos! ¡Demonios! ¡Dios! ¡¡Maldición!! >> se reprochaba por quedar indefenso ante ella, que seguía mirándolo incluso más que antes.

Guillermo no sabía que hacer. La segunda joven finalizó su llamada y le dió el móvil a la primera. Dejó de mirar a Memo y marcó un número, dándole la espalda mientras llamaba. Él seguía sin poder moverse, esperando que mientras ella hablaba por teléfono a él le llegara el valor de poder dirigirle la palabra. Él lo ansiaba, y sabía que estaba a sólo un paso de que sus deseos pudiésen convertirse en deliciosa realidad. El paso más difícil que tuviese que dar en su vida.

Terminó de llamar. Su amiga le hizo una seña con la cabeza para que regresaran al salón. La belleza pasó junto a Memo, lanzándole una última mirada. Éste también la miró mientras sentía que algo dentro suyo moría a cada paso que la alejaba de él.

[...]


Dic. 2004-Junio2005

About

¡¿Que QUÉ diablos es esto?!

Es nada menos que la primera parte del primer capítulo de Memo el Explorador, escrito por ahí de mayo de 2005, traído prácticamente íntegro gracias a las impresiones que le hice a Isaí.

Y como que la ocasión lo amerita :)

miércoles, 9 de mayo de 2012

06 - Forward

Violencia, violencia, violencia.

Es lo que aguarda entre el disque maratón de entradas que andaba corriendo y mi idea de reunir aquí todo lo que escribí en el viejo blog.

¿Por qué violencia?

No lo sé. Algo que ver tendrá que escribo mayormente para eludir la realidad. O será para desahogar mis traumas. O que de plano veo mucha tele.

En fin.


P.S.

Como habrán visto, ya añadí listas para que puedan leer en orden. Independientemente de en qué orden vaya publicando las cosas, siempre aparecerán en el orden en que deben ser leídas en las listas (mágia!! =D) Advertencia: La continuidad de las listas no está garantizada, por lo que puede haber tanto huecos que jamás se llenan, como capítulos salidos de la nada.


domingo, 25 de marzo de 2012

Diana IV - This is it


So this is it
Is this where your dreams brought you?
Is this where your life ends?
Or where it really begins?


Make sure you've got enough to lose
Little to sacrifice might not be worth the hell


Look at her
There she is
Eyes-squeezed shut
Embracing herself
Lying at the wind
Defenseless


Is this what you really wanted?
Can't do much for a difference now


There it is
Lying in front of you
Is this where it really ends?
Is this the real monster's face?
Armaggedon? Ragnarok?


Hell of a battlefield
All against all
Bets are off
Stage is set


This is it
At last
The goddamn motherfucking end


So go, embrace her in your arms
And blow promises into the stormy day


And now, look at her
There she is
Staring at the edge
Eyes on the horizon


You've gotten so far
Both of you
Pray for you to see the next day
There is really so little to do now


Say goodbye
But never really mean it
Farewell
Just a look at her eyes
Her big pretty amber eyes


A kiss
A chill in the storm
Rising through your backbone
Delivering pieces of paradise per second


Don't lie to yourself
It might be the last time


Don't screw yourself
It will not be the last time


One last look
'Goodbye'


Turn around
Walk into that Jeep
Don't look back


No room for weakness
No room for sorrow
You love her and she loves you
It's all that matters


So take your gun
Load some ammo
Get ready
For this is the day
Anything that shall come after it is bliss


Just go

04-12-2010


Fun Facts & Easter Eggs

  • Smells like Max Payne