domingo, 5 de agosto de 2012

Ready to Strike I: Corvo


"Una casa en la villa
. Consigue una casa en la villa", le había dicho él. Pero no.

Llegar pedaleando desde allá no habría representado tanto esfuerzo, de no ser porque había remolcado gran parte de sus pertenencias en una carretilla que había soldado, exprofesamente, a su bici. Y no era que cuatro kilómetros fueran demasiado. Eran nada. Hasta el camino estaba de bajada. El problema eran las curvas, la oscuridad de la noche, la terracería disimulada y los malditos frenos, convenientemente reemplazados por la suela de sus botas cuando era necesario.

Sabía el camino de memoria. Lo recorría al menos una vez por día, ida y vuelta. Había entrenado para eso. Sacaba la bici casi diario. Parte para entrenar; parte para no volverse loco. La casa era ya suficientemente pequeña. La villa era ya lo suficientemente monótona. La isla estaba ya suficientemente aislada de todo. Además de su otro entrenamiento, la bici era su segunda fuente, que le proporcionaba la dosis diaria de adrenalina para no olvidar que estaba vivo.

La carga no representaba un problema en absoluto. Lejos de pensar en el peso, de alguna manera le reconfortaba que toda su vida cupiera en esa carretilla, o al menos casi toda. Lo feo empezaba cuando recordaba que casi toda esa carga estaba conformada por plomo, bronce, Kevlar, nitrocelulosa y otras entidades químicas cuyo contexto común deseaba no evocar tal cual, al menos en lo que le quedaba de tiempo en la isla.

Después de la cuarta curva mortal (mortal debido a sus inexistenteseficientes frenos), la terracería improvisada pronto se convirtió en empedrado. Y al cruzar la villa, aquel empedrado variado se tornó en vestigios de asfalto. Ya pasaban de las diez de la noche, por lo que no tuvo que preocuparse mucho por arroyar a algún cristiano. De cualquier modo, el amarillo de los varios faroles esparcidos por las contadas cuadras que conformaban la villa habría de advertirle sobre cualquier inocente que se apareciese en su camino.

Pudo haber seguido por Avenida Nova casi todo el trayecto y haber atravesado el pueblito sin más ni más; pero la verdad era que le gustaba pasar por aquellas callejuelas, entre las casas. Era la última vez que se pasearía por ahí en un rato. Rato cuya verdadera duración todavía ignoraba. Aún tenía tiempo, así que aprovechó para pasearse por cada calle, a veces más de una ocasión, a pesar de las miradas de los pocos curiosos que quedaban en la acera o miraban desde sus ventanas aquella singular figura: no todos los días algún fulano hacía ruido en medio de la noche, arrastrando un montón de bultos y cajas en una carretilla remolcada por una bicicleta, aparentemente sin frenos. Al menos no envuelto en cuarenta kilos de equipo militar táctico (casco incluido y necesario en caso de accidentes).

Por calles con nombres tan simples como Rua das Pedras, Rua da Matriz, Rua da Fonte y Rua do Rego, hasta algunas con resemblanza honorable como Rua Juaquim Pedro Coelho o Rua Ex-Combatentes do Ultramar, y pasando incluso por una graciosa como Rua do Jogo da Bola; finalmente se encontró en el conocido camino Largo das Forças Armadas, que se convertía después en la última de las calles que habría de recorrer en toda la isla: Caminho dos Moinhos; con sus dos (evidentes y) distintivos molinos, ondeando tranquilamente lo que quedaba de sus aspas, ante aquella versión nocturna de una brisa marina que soplaba desde el sur.

Entró al estacionamiento del lugar y aparcó la bici ocupando un cajón completo. Bajó aquel fierrito que sirve para que la bici pueda mantenerse erguida por sí misma sobre el suelo*. Le costó subir la pierna para bajarse, gracias a sus cuarenta kilos de equipo encima. Debía apurarse si quería tomar por lo menos una taza de café. Sin embargo, no pudo evitar detenerse a contemplar esa fachada, sin saber si volvería a verla de nuevo.

Blanca, tejas naranjas, delineada por un empedrado rústico, la antena de televisión satelital y el caldero de siempre humildemente pintado, fungiendo como logo y complementando el nombre del lugar: Restaurante O Caldeirão.

Subió los siete escalones que le separaban de la entrada. La leve humedad acumulada, gracias a la brisa marina, hacía que sus botas produjeran un sonido bastante particular. Uno que no podría escuchar en ningún otro lado. El sonido de su séptimo paso habría de verse interrumpido por una voz dentro del restaurante.

— ¡No, no, no, María! ¡Andamos levantando todo y ya vamos a cerrar! ¡Dile que ya no hay servicio! —gritó la encargada al verle por la ventana que daba hacia el estacionamiento.

No se molestó por no haber terminado de escuchar aquel soneto que habían compuesto sus pasos. Los gritos de la encargada, María, hacia su homónima eran de las cosas que seguramente extrañaría en un par de semanas.

María, a la que le habían gritado, salió a recibir a aquel que había provocado los gritos en primer lugar, deteniéndose todavía dentro del restaurante al verlo afuera, a través de los ventanales de canceles blancos y con una gran sorpresa dibujada en el rostro.

Quiso articular palabra alguna, pero la figura que tenía delante se lo impedía de algún modo. Él se detuvo al notarla, apenas a dos pasos de las escaleras.


Y sus miradas se unieron


Y ambos se contemplaron a través de aquellos ventanales blancos.

Mientras sus ojos hablaban de besos.

En el pretérito de algún futuro posible.

Prometían besos. Pedían besos.

Deseaban besos. Suspiraban besos.


Una confesión en silencio.

Una alegría contenida.

Una sorpresa repentina.

Rematada por una sonrisa tímida y sincera.

Obligándolos a bajar la mirada por unos instantes.


Y mientras el tiempo se detenía entre ambas miradas, entre ambos corazones, la brisa marina desde el sur seguía soplando, haciendo más que mecer sus cuarenta kilos de equipo y dando una sensación de flujo temporal sobre aquella quietud, trayendo consigo algo más que el sonido de la noche.


Fun Facts & Easter Eggs

  • * Para los ignorantes como yo, ese fierrito se llama caballete o también "pata de cabra".
  • Me emocioné tanto que estuve a punto de llamar al restaurante para preguntar por horarios. Lástima que está en otro país u_u
  • A ver si les da la gana adivinar en qué parte del mundo está esto (está bien fácil :) )




Spoiler Alert 

Su tercera y más deliciosa fuente la encontró allí.

Ella era especial...